Autor: Agustín García Calvo
http://librosdeagustingarciacalvo.blogspot.com/2011/05/asamblea-de-la-puerta-del-sol.html
19 de mayo de 2011
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Sois la alegría, es la alegría de lo inesperado, de lo no previsto, ni por parte de las autoridades y gobiernos, ni por parte de los partidos de cualquier color, verdaderamente imprevisto: vosotros mismos o casi todos, hace unos pocos meses o semanas, tampoco lo preveíais que pudiera surgir. Aunque esto es así, la alegría es lo inesperado y no hay otra alegría, no hay futuro, como repetiré ahora, sin embargo voy a decir algo que parece contradictorio, que es que yo estaba esperando esto desde hace cuarenta y tantos años, cuarentayséis. [vivas y aplausos]
Os cuento un poco cómo: por los años sesenta, como habéis oído los más jóvenes, empezó a levantarse por el mundo una oleada principalmente de estudiantes en las universidades, cámpuses y sitios así de Tokio, California… el sesentaycinco, en febrero, esa oleada llegó a Madrid; yo me dejé arrastrar por ella con mucha alegría, me costara lo que me costara; como sabéis, la ola después siguió en Alemania con Rudi Dutschke el Rojo y después finalmente en Francia, con el famoso mayo francés, donde fue más o menos terminando la ola. Os voy a decir cómo entiendo yo que aquello del año 65 se relaciona con esto. Tal vez alguno de los más viejos o no tan viejos os lo podrán decir (que aquí seguramente incluso los padres de los más viejos de vosotros eran en aquel entonces estudiantes en la ciudad universitaria de Madrid, corriendo conmigo delante de los guardias, que entonces se llamaban los grises...), pero por mi parte os lo voy a decir: es que en aquellos años en el mundo avanzado o “primero” se estaba estableciendo un régimen, un régimen del poder, que es justamente éste mismo que ahora estáis padeciendo conmigo… Me callo un poco mientras... [Mucho jaleo. Una voz: “¡No te calles, sigue!”] …se estaba estableciendo este régimen, que es el que hoy estáis padeciendo conmigo, y que es, para decirlo brevemente, el régimen, la forma de poder en que el Estado, la gobernación, la administración estatal está del todo confundida con el capital, con las finanzas, con la inversión financiera: enteramente confundida. [Aplausos, gritos.] Por tanto, se puede decir que es el Régimen del Dinero, simplificando, y por tanto yo creo que muchos de vosotros por lo bajo estáis sospechando que es contra eso principalmente contra lo que os levantáis, contra lo que sentís ganas de gritar, de decir lo único que el pueblo sabe, que es decir ¡NO! [Aplausos largos. Voces: “ahí está”.]
Por tanto, aquello que me arrebató a mis treintaynueve años, hace cuarenta y seis, es lo mismo que ahora llega a su culminación, a su casi vejez: el régimen del estado-capital, el régimen del dinero, efectivamente da señas él mismo de estar cansado, con cosas como los cuentos de la larguísima crisis y cualesquiera otros que os lleguen, y con las cifras y estadísticas con las que cada día tratan de entreteneros para que no sintáis, no os deis cuenta de lo que está pasando por detrás de las cifras y de los nombres que gobiernos o partidos sacan para eso, para teneros entretenidos precisamente. De manera que es bastante lógico que me encuentre entre vosotros en este momento de, más que madurez, envejecimiento del régimen, como me encontraba en sus comienzos. Para mí el levantamiento de los estudiantes por el mundo en el 65 obedecía a que se daban cuenta de lo que nos venía encima; ahora vosotros habéis tenido mucha más cantidad de sufrimiento directo de lo que el régimen es, aunque lo llaméis con diferentes nombres a este sufrimiento, y por tanto es, al mismo tiempo que inesperado, lógico que os estéis levantando y voceando contra ello.
Yo puedo contaros más, pero tampoco querría, por ponerme aquí a colaborar a mi manera con este levantamiento, como quiera que lo llaméis, no querría parecer que vengo a dar consejo, pero, a pesar de que no quiero parecer tal cosa, os voy a adelantar un par de ocurrencias que me vienen, ocurrencias negativas sobre todo. Lo primero es no contar para nada con el Estado sea cual sea: ninguna forma de organización estatal. [Aplausos y revuelo.] Es un error que por lo que veo muchos de vosotros percibís sin que haga mucha falta decíroslo. Por tanto, y a consecuencia y a continuación, tampoco se puede utilizar para nada la Democracia, ni el nombre de ‘democracia’. Lo siento, esto ya veo que no despierta tan inmediatos aplausos, pero sin embargo tengo que insistir en ello. Ya comprendo que lo de elegir lemas como “Democracia real ya” puede ser, por parte de quien lo inventara, una táctica, una táctica para no dar demasiado la cara, porque parecería que decir de frente y de inmediato “¡No a cualquier Estado, democrático o no!”, podría sonar mal y esta timidez o modestia puede esplicarlo, pero yo creo que es hora de irse desprendiendo de este engaño. La Democracia es un trampantojo, es un engaño para lo que nos queda de pueblo vivo y de gente; lo era ya desde que se inventó entre los antiguos griegos en Atenas y otros sitios. Es un trampantojo que está fundado sobre todo en esta confusión que el nombre mismo denuncia: demo y kratos. Kratos es poder y Demo se supone que es pueblo, y, sea lo que sea de los avatares de cualquier historia, nunca el pueblo puede tener el poder: el poder está contra el pueblo. [Bravos.] Esto es una cosa demasiado clara, pero hay que entenderla. [Aplausos y vivas.] De manera que supongo que esta contradicción que está ínsita en el propio nombre de la democracia os anima mucho más a entenderlo de veras. El régimen democrático es simplemente el más avanzado, el más perfecto, el que ha dado mejores resultados, el que ha llegado a producir el Régimen del Bienestar en el que nos dicen que vivimos; es simplemente eso, pero al mismo tiempo no deja de ser el Poder, el de siempre. Por el contrario, cuanto más perfecto, cuanto más avanzado, está más avanzado en sus trucos para engañar y por tanto en el manejo de la mentira, que es esencial para cualquier Poder. Esto espero que lo entendáis también bien: sin mentira no se sostiene ninguna forma de Poder. La mentira es el hacer creer, la fe, y ése es el cimiento, el fundamento para cualquier estado. De manera que, si alguno de vosotros tiene la ilusión de acceder a una democracia mejor, pues le pediría que se fuera desengañando de ese camino. No es por ahí, no es por ahí, y si vuestro levantamiento llegara a alcanzar un carácter organizado, en definitiva semejante al de la propia administración del Estado, estaría ya con ello mismo perdido, no estaría haciendo más que repetir otra vez la misma historia con otros colores y perfeccionada justamente porque ha asimilado el levantamiento, porque ha asimilado la protesta, que es la manera en que a través de revoluciones siempre fracasadas los estados han venido avanzando; es lo que justamente les hace falta, porque para seguir siendo el mismo como lo es, el Dinero no puede menos de cambiar, cambiar para seguir igual: éste es el gran truco que tenéis encima. Cuando os sugiero o os pido la renuncia a ideas de otro estado mejor, de otro poder mejor y os recuerdo que… [Jaleo grande en la plaza.]
…ya voy a terminar para que os entretengáis con otras cosas a lo mejor más divertidas que yo. Cuando estoy atreviéndome a recomendaros el desengaño de cualquier forma de poder, y por tanto estoy borrando de la lista algunas de las reivindicaciones que vuestros dirigentes han establecido y divulgado, al mismo tiempo os estoy desengañando de otra cosa, que es el Futuro, el Futuro: éste es el enemigo. Comprendéis bien que al rechazar vuestro levantamiento como intención de encontrar otro régimen mejor, estoy desengañándoos de el futuro. El futuro es eso con que os engañan, a los viejos también, pero sobre todo a los más jóvenes, cada día: os dicen “tenéis mucho futuro” o “tenéis que haceros un futuro”, “cada uno tiene que hacerse su futuro” y eso es justamente, aunque no lo digan, una resignación a la muerte, a la muerte futura. El futuro es eso; por tanto, el futuro es el que necesita el Capital; el dinero no es más que crédito, es decir, futuro, fe en el futuro; si no pudiera echar cuentas, ni habría Banca ni habría presupuestos estatales. El futuro es de ellos, es su arma. Por tanto, nunca dejéis que os suene como algo bendito o beneficioso: debe sonaros justamente a muerte, que es lo que es el futuro. Lo que estemos haciendo aquí, lo que estéis haciendo aquí, ello dirá lo que da de sí, pero no tenemos futuro; no tenemos futuro porque eso es propio de las Empresas, de las finanzas y del Capital. ¡No tenéis futuro!: esto es lo que hace falta ser valientes para denunciar.
Os voy a dejar ya, no voy a hacer más sugerencias por ahora. Una cosa mucho más práctica y de momento: desearía por supuesto que después de las famosas elecciones de… del 22, que estorban mucho (ya lo habréis visto cómo no sólo los Medios os enredan junto con la cuestión de las elecciones, que no tienen nada que hacer, sino que muchos de vosotros perdéis una gran parte de vuestro tiempo pensando cuál es lo que hay que hacer respecto a votar o no votar y votar por acá o votar por allá), es un estorbo formidable… de manera que mi deseo sería que, cuando pase ese coñazo, esa estupidez de las votaciones, sigáis vivos, sigáis vivos y más o menos juntos los unos con los otros. [Aplausos.] Y en ese caso me atrevería a sugeriros una táctica de momento (seguir haciendo las asambleas aquí es probablemente un error que no puede sostenerse mucho): desde luego en esto, en una rebelión como ésta, como ya creo que todos sabéis, no puede haber otro Órgano ni decisivo ni representativo más que las asambleas. Y os lo voy a decir enseguida por qué [Aplausos]: no puede haberlo porque las asambleas como ésta misma tienen esta gran ventaja: que no se sabe cuántos son, están entrando y saliendo, y nunca se pueden contar, y por tanto nunca pueden votar, como hacen los demócratas, porque no se sabe ni cuántos son ni cabe estadística ni cabe cómputo ninguno. Esto es lo que a una gran asamblea la acerca a ser eso de pueblo, que no existe pero que lo hay, y que es lo que queda por debajo de las personas, que ésas, sí, se cuentan en número de almas y en número de votos, pero lo que queda por debajo, no. Así que no renunciar nunca a las asambleas. Tal vez una dispersión.
Ahora me dirijo un poco a la parte de vosotros que son estudiantes más o menos y que me tocan más de cerca: una de las tareas más inmediatas sería ocupar las escuelas y facultades... [Aplausos.] Y termino diciéndoos por qué: porque hace mucho tiempo bajo el Régimen del Bienestar, bajo este régimen que padecemos, los centros de enseñanza, las Universidades, han quedado reducidas a una sola condición real, que es la examinación: examinar, todo lo demás son cuentos. [Aplausos.] Tienen que examinar para producir por ese camino futuros funcionarios tanto del Capital como del Estado o de la Universidad misma, que es también una parte de esos implementos del Estado.
Por tanto y para dejaros, mi sugerencia va en este sentido: ocupación de los centros, hacerlos reconocer que no están ahí ni para enseñar ni para investigar ni para nada, que están ahí para examinar, examinaros y producir así futuros funcionarios, están creando vuestro futuro, en eso no nos engañan, y por tanto la acción más inmediata ¿cuál puede ser?: pues naturalmente la destrucción, el boicoteo de los exámenes en curso; por ejemplo, los que ahora acaban de empezar en mayo mismo. Es algo de corazón. [Aplausos.] Con esto que a lo mejor lo primero os puede parecer un poco descabellado, pero que, si os dejáis pensarlo, a lo mejor no tanto, recordando que la sumisión a los exámenes es simplemente sumisión al futuro, que nosotros no tenemos futuro, y recordando que los centros en los que estáis metidos están destinados solamente a eso, a la fabricación de futuro y números de funcionarios, tal vez no os parezca tan insensata la propuesta. Pero os parezca o no, con esto ya me despido, volviendo a repetiros la alegría que esto tan inesperado me ha traído y que al mismo tiempo estaba esperando desde el año ’65. ¡Salud! [¡GRACIAS!]
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