viernes, 6 de junio de 2014

No es la Monarquía, es la Democracia




Afortunadamente, las fuerzas políticas y sociales que caminan hacia el progreso en España han tenido la suficiente visión como para entender el momento histórico en el que nos encontramos, y plantear la cuestión de la sucesión monárquica como una en la que el verdadero problema no es ya la polarización entre monarquía y república (por grotescos que resulten detalles como la paga de 8000 euros mensuales que recibirá la Infanta Leonor, de 8 años de edad), sino el hecho en sí de que aquí no se consulta a los ciudadanos absolutamente para nada.

El voto se deposita en la urna cada cuatro años, y da carta blanca al partido elegido para hacer lo que quiera. ¡Y ni siquiera tiene que cumplir con su programa! Ni con el programa, ni con las ideas políticas que se supone que tiene. Nada. Una vez entregado el voto, la voluntad popular es secuestrada por un partido que puede hacer lo que le venga en gana sin que exista ningún mecanismo para responsabilizarle del modo en que usa los votos. Y nos encontramos en la peor legislatura en lo que respecta al incumplimiento sistemático del programa que llevaron los ganadores a las elecciones.

Gracias a esta asuencia de mecanismos de control suceden auténticas aberraciones, como el firme pacto monárquico del PP con el PSOE, a pesar de que buena parte de la militancia y de los votantes de este último partido están pidiendo un referéndum. Incluso en las manifestaciones del lunes convocadas a través de las redes sociales pudieron verse banderas del PSOE portadas por militantes descontentos. Y el cuestionamiento de la monarquía es algo que también afecta a muchos votantes del PP, y que sería aún mayor si no fuera por el miedo -impulsado por los medios de comunicación afines- a que una República fuera una especie de fantasía en la que acechan los fantasmas guerracivilistas en lugar de ser un gobierno con un presidente que se vota en lugar de con un Rey que eligió un dictador y cuyo cargo ahora va a pasar a su hijo.

Pero independientemente de la opinión de los votantes, el poder legislativo en manos de los partidos implica que los casi 7 millones de votantes del PSOE (y casi 11 del PP) estarán apoyando supuestamente que no se pueda opinar acerca de la sucesión monárquica, independientemente de la opinión real de estos votantes. Y lo mismo va a suceder con el resto de partidos, que se apropian de un poder legislativo que a estas alturas de la historia podría desplazarse sin grandes estragos hacia toda la población.

Se trata de un gran problema de este régimen español que se nos cae a pedazos. Los partidos políticos, totalmente desconectados de sus votantes, legislan y deciden de espaldas a la calle. No se consultan más que las encuestas de vez en cuando -sobre todo si se acercan elecciones-, y ni se respeta siquiera el programa propio. Y lo que la calle está pidiendo ahora a los atrincherados en el Parlamento es sencillo: Que tras la abdicación del Rey podamos decidir entre todos si queremos continuar o no con este modelo de Estado.

Ha llegado un momento en el que se tiene que dejar de tratar a los ciudadanos en España como niños pequeños que tienen que ser tutelados desde unos partidos políticos que creen tener mucho "sentido de Estado" al imponer decisiones como ésta.

Es lo único que queremos: Poder de decisión. Porque en eso consiste precisamente una democracia.



[imagen por Manel Fontdevila]

 

domingo, 1 de junio de 2014

Derrumbar el mito del “político que sabe” y devolver el poder al ciudadano



Un amigo perteneciente a esa curiosa raza neoliberal me comentaba hace poco acerca del terremoto Podemos que por un lado estaba encantado de ver temblar a la casta política de privilegiados del PP y del PSOE en sus asientos y estaba de acuerdo con las cuestiones de un menor autoritarismo y control estatal sobre las personas, pero que por otro lado el programa económico de Podemos le parecía una cosa terrible, una especie de carta a los Reyes Magos: Que pretendía sacar de la nada una serie de beneficios sociales como la famosa renta mínima, etcétera.

Esto me recordaba a unas palabras de Slavoj Zizek que planteaban que el problema que tenemos ahora mismo es que decimos que queremos acabar con este sistema y poner otra cosa, pero que nos quedamos sin saber muy bien qué decir cuando tenemos que concretar qué otra cosa queremos, qué es lo que debe reemplazar al sistema. Y que la respuesta suele ser o bien una respuesta poco concreta de tipo moralista (“la gente no debería servir al dinero, el dinero debería servir a la gente”), o una especie de vaga socialdemocracia keynesiana, que es la dirección hacia la que se dirigen habitualmente las propuestas concretas de cambio. Es decir, que sabemos que hay algo fundamentalmente erróneo en el sistema actual y en los mecanismos políticos para enfrentarse a los problemas, pero no tenemos una respuesta más allá de todo esto. Que lo que sabemos muy bien no es lo que queremos, sino lo que no queremos, este horror que no va a ninguna parte.

Hace poco acudía a una asamblea de Podemos para “ver qué se cocía” y entender un poco mejor lo que está pasando. Allí me encontré una reacción bastante delatadora por parte de una integrante de sus Círculos. Y es que efectivamente surgió toda esta cuestión sobre el programa social con el que Podemos acudió a las europeas, medidas de tendencia socialdemócrata pero que obviamente estarán sujetas a cambios, y que serían esta especie de “carta a los reyes magos”. Porque aunque algunos quisieran justificar que el dinero saldría del combate del fraude fiscal y demás, realmente entre líneas se notaba que no sabían si esto era posible (¡que a lo mejor es posible!), pero que efectivamente era lo que querrían que pasara, con la esperanza de que acabando con una serie de privilegios del 1% hubiera suficiente para hacer la vida soportable al 99%.

Pero precisamente al quedar esto en evidencia, esta integrante del partido que mencionaba dijo una cosa que creo que es particularmente interesante aquí, y que me parece muy interesante que haya empezado a calar entre la gente. Admitía que es posible que ellos se equivoquen y que no sepan lo suficiente sobre macroeconomía y sobre cada detalle acerca de las posibilidades de llevar a cabo cada cosa que se indica en su programa, pero que los grandes partidos tampoco tienen ni idea. Y creo que este es un punto realmente interesante, y no ya respecto a Podemos sino respecto a la percepción falsa e idealizada que tenemos acerca de nuestros representantes políticos.




Realmente, partidos como el PP o el PSOE llevan una política económica continuista sobre un sistema ya montado y que marcha por sí sólo -mal, pero ahí sigue-, y haciendo cuatro pequeños ajustes agitan la varita mágica de la propaganda para fingir que sus reformas y sus políticas “funcionan”. La esperanza del Partido Popular de cara a las próximas elecciones generales, es hacer creer a sus votantes que ha sido la varita mágica del no-hacer-nada que llevan haciendo estos años lo que ha tenido como consecuencia que el paro baje. Si es que baja lo suficiente, claro.

Lo que me pareció interesante del discurso de aquella mujer en la asamblea, es que muestra que la gente está empezando a ser consciente de que los políticos profesionales son en gran medida un juego de apariencias, una impostura. Que no tienen demasiada idea de lo que están haciendo, y que cualquier ciudadano que se tome la molestia podría sustituirles. Es decir, se está derribando el mito del político como un señor al que delegamos las cosas porque tiene una especie de halo místico que le faculta para determinar nuestros destinos dejándonos la boca cerrada después de votar una vez cada cuatro años.

Un auténtico proceso de democratización política necesita que acabemos con el mito del político que sabe lo que hace hasta tal punto que para que funcionen las cosas el ciudadano tiene que delegar su poder en él. Cuando el engaño está en que es ese mismo ciudadano el que en realidad está haciendo funcionar a diario las cosas.

La única manera verdaderamente ética de ejercer el poder, es precisamente devolvérselo a quien te lo ha otorgado, es decir, a quien te ha elegido. Y para ello un primer paso imprescindible es que entendamos que gobernar es algo que podría hacer cualquiera, y que de hecho eso que dicen partidos como este de tener “ciudadanos normales dedicándose a la política” (expresión ideológica que quiere decir simplemente “políticos no profesionales”) puede incluso funcionar mejor para los intereses de las clases populares si tales políticos no profesionales no están vendidos a una serie de intereses bancarios y empresariales como obviamente lo están las cúpulas del PP y del PSOE.

Ante esto existe un paso lógico posterior, y es el desplazamiento del poder del Parlamento a la calle. No se trata solo de echar a la casta enquistada en el poder y que defiende a las clases privilegiadas, que también, sino de echar al poder del poder. Es decir, que hay que sacar el poder del Parlamento y ponerlo en la calle.

Incluso si el programa de un partido político ha sido preparado por todos los que participan en ese partido político, seguimos teniendo un problema, y es que el poder reside en el partido. Y cuando uno elige una determinada opción en las urnas, no tiene por qué estar de acuerdo con todas las cosas que ese programa defiende.

A día de hoy tenemos tecnología de sobra para acercar el poder al ciudadano. Quizá resulte más difícil acercar el poder ejecutivo mientras existan los estados tal como los conocemos hasta ahora, pero sí que podemos acercar el poder legislativo. Sí que es posible que la gente vaya a votar una o dos veces al mes y apruebe o rechace leyes y decisiones, y que los partidos se vayan convirtiendo en un poder testimonial y de transmisión, que traslade, discuta y estructure las propuestas legislativas populares al Parlamento, y que hable al pueblo para plantear las ventajas y desventajas que una u otra opción tenga a la hora de votar las leyes que se proponen.

Continuar como hasta ahora, delegando el poder ejecutivo y legislativo y por extensión el judicial en manos de un par de partidos con políticos profesionales que se alternan en el poder, solo nos está llevando a un terrible empobrecimiento democrático. Es necesario invertir ese proceso, independientemente de las ideas políticas específicas que tenga uno, independientemente del programa que preferiría uno votar.

En esta dirección, parece que “Podemos” en este revolcón europeo ha dado un primer paso. Pero independientemente de las ideologías particulares presentes en los programas, lo importante es que debemos empujar los procesos democratizadores ante una estructura política al servicio de banqueros y grandes empresarios y que lleva mucho tiempo oliendo a muerto.

La toma del poder debe orientarse a proporcionar a la ciudadanía de mecanismos de poder que nunca le puedan ser arrebatados de nuevo por una casta que se rodee de un halo místico para hacer creer a los ciudadanos que son otros quienes deben gobernarles. Los partidos políticos concretos, se llamen como se llamen y se construyan como se construyan, pueden corromperse y ponerse al servicio de intereses que no son los del conjunto de la ciudadanía. Si el poder se consigue poner directamente en manos del ciudadano, este riesgo desaparece.

El tiempo nos dirá qué opciones políticas se adaptan a las nuevas exigencias ciudadanas y están dispuestas a devolver mayor cantidad de poder a quienes clásicamente lo han delegado en ellas, y qué opciones políticas pretenden seguir en su impostura, fingiendo que son necesarios y que el pueblo no debe más que depositar un voto en una urna cada cuatro años, y dejar hacer a quienes monopolizan el poder. 




domingo, 2 de marzo de 2014

Ucrania y el laberinto de mentiras de los medios de comunicación



(extracto de la portada del diario La Razón, 2 de Marzo de 2014)


La farsa de nuestros medios

En Ucrania parece que los medios de comunicación tienen un enorme interés en aliarnos con uno de los dos bandos, especialmente el de aquellos que han tomado a la fuerza el poder en este país.

Como es habitual, el lenguaje de estos medios de propaganda de occidente llama "rebeldes" a quienes en otros lugares llamaría "golpistas". Un presidente democráticamente elegido pasa a ser un "dictador", y los que en España se llaman "radicales", en Ucrania se llaman "pueblo". En periódicos como ABC o La Razón todo han sido halagos para quienes han obtenido el poder que estaba legítimamente (porque en Ucrania hay elecciones) en manos de otro partido, con una fuerte violencia entre medias. Una violencia también ejercida por el Estado, tampoco obviemos esto.

Independientemente de la legitimidad de una u otra violencia, es interesante ver como los medios de comunicación españoles en líneas generales alaban a los rebeldes que favorecen a los intereses occidentales, cuando antes demonizaban movimientos populares pacíficos en España como el 15M, Gamonal o las iniciativas de Rodea el Congreso, llamando "golpistas" a manifestaciones en las que no se apreciaban atisbos de violencia excepto por parte de los "violentos itinerantes" de la UIP (antidisturbios).

El hecho entonces es que no podemos confiar en nuestros grandes medios de comunicación, ya que en su servicio a los intereses de los gobiernos de España, la UE y EEUU, obviamente se van a situar a favor de un bando muy específico. La manera más sencilla de intentar contrastar mínimamente las informaciones es acudir a las agencias rusas de información, ya sea RT, Pravda o RIA Novosti. Estas son agencias que muchas veces concebimos como propaganda rusa. Y no es que debamos olvidarlo y creer lo que dicen, es que deberíamos dudar de nuestros medios de comunicación con la misma intensidad con la que dudamos de Russia Today.





Jugadores políticos en Ucrania

En este país tenemos una situación bastante estándar en cuanto a la repartición del poder político, con dos grandes partidos especialmente corruptos en una sociedad profundamente corrupta, que en 2012 ocupó el puesto 144 de 176 del "Índice de Percepción de la Corrupción" (cuanto más alto el puesto, más corrupción), empatando con Bangladesh, Camerún, la República Centroafricana y Siria.

Los ucranianos afirman que tienen que sobornar a los empleados públicos para que presten sus servicios, y el último gran estudio internacional al respecto de Management Systems International (MSI) en 2008 revelaba que los niveles más altos de corrupción se encontraban en los mecanismos de inspección de vehículos, en la policía, la sanidad, los juzgados y la educación superior, tocando así gran parte de los servicios públicos que utilizan los ucranianos. En torno al 50% de los ucranianos entrevistados afirmaban haber experimentado casos de corrupción en estos aspectos de lo público.

Esto podría bastarnos para entender el enfado de la gente de a pie, aunque tenemos motivos para mirar mal a ambos grandes partidos ucranianos. La mecánica en la que se ven envueltos es parecida a la española, donde unos destacan los casos de corrupción de los otros e incluso han habido fraudes electorales documentados hasta el punto que en 2004 las elecciones presidenciales fueron suspendidas por la Corte Suprema, ya que el fraude era tan alto que no podía determinarse quién había ganado realmente las elecciones.

A todo esto se une la cuestión étnico-cultural. Parte de Ucrania tiene una mayoría de población rusa y tiende al "Partido de las Regiones" de Viktor Yanukovich, y hay otra parte en la que triunfa "Batkivshchyna", el partido de Yulia Tymoshenko (por otra parte encerrada hasta hace poco por cargos de evasión de impuestos, robo al estado y uso ilegítimo de recursos del Estado, habiendo sido acusada incluso del asesinato de un enemigo en asuntos de negocios).

Por si esta situación no fuera lo bastante problemática, tenemos un tercer partido, Svoboda, fundado en 1991 como "Partido Nacionalsocialista de Ucrania" con ideas antisemitas, así como en contra de los inmigrantes, los rusos y los comunistas. Este partido, ahora con una imagen más moderada pero fundamentalmente racista aun así, obtuvo en las últimas elecciones legislativas un 10% de los votos (y más del 30% en varias regiones ucranianas). Algunas de las propuestas políticas de Svoboda son particularmente significativas, como la pretensión de incluir los orígenes étnicos/raciales en pasaportes y certificados de nacimiento.

Para entender lo que está pasando en Ucrania tenemos también que fijarnos en Pravy Sektor, grupo neofascista a menudo considerado a la derecha de Svoboda, a quienes consideran demasiado conformistas y progresistas. Por otro lado Pravy Sektor tiene una orientación más nacionalista pero menos racista que Svoboda, admitiendo a rusófonos en sus filas. Resulta interesante destacar que tras el derribo del gobierno de Yanukovych, los líderes de Pravy Sektor visitaron la embajada israelí para explicarle al embajador que el grupo rechaza el antisemitismo y la xenofobia. Es decir, tendríamos que entender a Pravy Sektor como un grupo ultranacionalista no-integrado en el juego democrático ucraniano, pero no fundamentalmente racista como sucede con Svoboda.

Esto sin embargo no debería confundirnos respecto a la radicalidad de Pravy Sektor. Su líder Dmitri Yarosh ha pedido ayuda a los chechenos y a su terrorista más buscado (Doku Umarov) para luchar contra Rusia. Su facción es también la responsable de gran parte de la violencia ejercida contra el Estado y sus funcionarios, así como contra la policía.


El objetivo de la Unión Europea aquí es obvio: que esta desestabilización se salde con una victoria del partido neoliberal pro-europeo. Son muchas las acusaciones a la UE de impulsar a los grupos neonazis y del ultraderecha en Ucrania, pero tal cosa es más la torpeza e indiferencia política de una Europa cuyo mejor escenario pasaría por dejar como actores secundarios a los ultranacionalistas y tener a un gobierno neoliberal afín a las puertas de Rusia. Los grupos radicales como Svoboda y Pravy Sektor son más bien nacionalistas ucranianos y difícilmente venderán a su país a la Unión Europea con la facilidad con la que lo harán los neoliberales, lo cual podría suponer un problema añadido para una UE que incluso ganando el conflicto podría acabar por no ganarlo.

Quizá la UE debería haber aprendido de la historia de EEUU en los últimos 50 años que apoyando al enemigo de tu enemigo a veces las cosas no salen como quieres, y hasta se pueden volver imprevisibles y estallarte en la cara.



(en azul regiones donde gana el "Partido de las Regiones", en morado donde gana "Batkivshchyna")



La situación actual

En los días previos a la invasión rusa de Crimea, la situación se ha ido de las manos. El poder ha sido arrebatado a Yanukovich, pero las bandas fascistas siguen campando a sus anchas por las calles y se han registrado enfrentamientos con funcionarios gubernamentales, activistas antifascistas y personas de etnia rusa.

Existe un miedo real entre la población rusófona de ser el objetivo de algún tipo de limpieza étnica por parte de unos partidos de ultraderecha muy crecidos tras el derribo del Estado.

Durante las dos últimas semanas de Febrero, casi 150.000 personas han solicitado, según el gobierno ruso, asilo político. La mayoría ciudadanos rusófonos y funcionarios del Estado con temor a sufrir represalias.

La invasión de Crimea se vio precedida por una petición del propio Parlamento de Crimea a Rusia solicitando ayuda, y decretando que se ponían bajo mando ruso todas las tropas ucranianas presentes en Crimea.

Ante esta peligrosa situación, el partido ruso de centro-izquierda "Una Rusia Justa" (de carácter moderado y tercero en número de escaños en la Duma) proponía otorgar la ciudadanía rusa a todos los ucranianos que lo solicitaran, facilitando con ello la inmigración de los ciudadanos ucranianos de cara a evitar en la medida de lo posible un potencial genocidio por parte de las fuerzas ultranacionalistas y nacionalsocialistas ucranianas.

Sin embargo, el gobierno claramente autoritario de Putin no se anda con chiquitas como esas, y ha ordenado la invasión de Crimea.

Resulta llamativo ver que el sábado mientras la invasión se aprobaba en la Duma, podíamos ver por Internet imágenes de soldados rusos (con la identificación quitada, probablemente para ganar tiempo y que Rusia tenga que reconocer la invasión pero de manera no inmediata) y helicópteros de combate entrando a decenas en Crimea.

Obviamente sería muy inocente pensar que Putin ha ordenado la invasión de Crimea por puro altruismo en defensa de los ciudadanos de origen ruso. Se trata de una zona estratégica disputada durante mucho tiempo, que sufrió una deportación masiva de sus habitantes tártaros tras la Segunda Guerra Mundial y que Kruschev entregó a Ucrania en 1954, en una entrega que desde Rusia se ve como una "formalidad" dado que Crimea seguía formando parte igualmente de la URSS.

Rusia nunca ha aceptado que Crimea sea ucraniana, pero Ucrania tampoco ha aceptado nunca que Crimea sea de Crimea, y en los años 90 tuvieron lugar varias disputas en las que Crimea quiso declararse totalmente autónoma y fue forzada a pertenecer a Ucrania con cierto grado de autonomía, y con la condición de que las leyes de Ucrania estuvieran siempre por encima de las locales.


En fin, que nos encontramos ante una disputa con muchos detalles que es importante conocer, y donde es difícil distinguir "buenos" de "malos", por mucho que a nosotros nuestros medios de propaganda nos insistan en que los buenos son el pueblo ucraniano rebelde (pueblo que mágicamente se transforma en radicales y golpistas antisistema cuando alguna cosa mucho más pacífica sucede en nuestras tierras), y a los rusos sus medios de propaganda les insistan en que los buenos son ellos y el presidente depuesto.

Si con alguien tendría sentido alinearse sería con ese pueblo ucraniano cansado de tanta corrupción que acabará siendo un peón silenciado entre la corrupción y la violencia política de unos y de otros.





martes, 28 de enero de 2014

VOX y el PP: La esquizofrenia de ser liberal y conservador



La derecha española se encuentra en pleno proceso de esquizofrenia ideológica, y no es capaz de ver una salida. El motivo, es la inyección de propaganda liberal que desde hace unos años viene produciéndose a través de varios de sus medios de comunicación, impulsada también desde dentro del Partido Popular.

Parecía que la táctica había sido un éxito. Incluso los votantes del PP más extremistas, esa gente que antes agitaba banderas franquistas, ahora lo sigue haciendo pero al mismo tiempo dice que es liberal. Y los que son más moderados están agusto siempre que no se tome demasiado en serio el conservadurismo, como demuestra el descenso en intención de voto del PP tras la aprobación de la nueva Ley del Aborto.

La parte liberal también funcionaba bien. Al fin y al cabo el único objetivo real de esta "inyección controlada" de ideología liberal ha sido hacer tragar al consumidor una propaganda que hace aceptable e incluso conveniente que el Estado subcontrate sus servicios a empresas privadas amigas que a su vez financian -aunque sea en B- a los partidos políticos, y donde ellos acaban teniendo su retiro dorado. Algo que no es precisamente muy liberal, pero cuela, porque lo importante es que los servicios del Estado los presten empresas privadas, que son lo único -o eso repiten una y otra vez- que funciona.

Además, esta propaganda pseudoliberal facilita acabar con las políticas sociales en nombre del bien común. Es fácil ver cómo. La palabra "incentivo" cuando se aplica a un empresario significa recortar sus aportaciones a la seguridad social, librarle de impuestos, de obligaciones con sus empleados asalariados, etcétera. Mientras tanto, esa misma palabra "incentivo" cuando se aplica a un pobre significa recortarle el paro para que busque trabajo con más ganas. Como el PP defiende los privilegios de una clase alta empresarial, le viene estupendamente una propaganda que venda al empresario como un tipo genial y al trabajador como un vago que solo quiere vivir de los demás.

Todo parecía perfecto, tanto que en España no se ha producido esa escisión entre liberales y conservadores tan habitual en las democracias occidentales. Y de hecho sigue sin suceder. La primera escisión que puede preocupar al PP, un nuevo partido llamado VOX, se define también como liberal y conservador. ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿Qué pinta VOX entonces, si su discurso es el mismo que el del PP?

La diferencia real es sutil: VOX es precisamente un PP que se toma en serio su propio discurso. Con el problema de que el discurso del PP no puede tomarse en serio, porque es contradictorio.

Asumamos la realidad. El Partido Popular es esencialmente una estructura de carácter delictivo. Otros partidos tienen casos de corrupción, algunos verdaderamente graves, pero el Partido Popular es el único en el que la corrupción es una parte estructural, es su propia esencia.

Durante 2013 tuvimos una noticia que pasó desapercibida entre otras tantas de corrupción, pero que muestra hasta qué punto el PP es una excusa para delinquir donde la ideología se encuentra en segundo plano. Luis Bárcenas documentó cómo la empresa Sufi S.A. donó al PP de Castilla La-Mancha 200.000 euros para quedarse durante 14 años con el servicio de basuras de Toledo. Y aquí hay un detalle muy importante. El soborno no fue a un concejal corrupto de Toledo que tuviera que decidir quién se quedaba el contrato. Tampoco fue al alcalde de Toledo, ni a un contubernio de corruptos que se habían puesto de acuerdo. No. El trato se llevó a cabo con el propio PP de Castilla La-Mancha dirigido entonces por María Dolores de Cospedal, lo que hace evidente que la corrupción no solo existe sino que vertebra al Partido Popular: no se soborna a individuos corruptos, ni siquiera a tramas corruptas, sino que el sistema de compraventa de favores se encuentra subordinado a la propia jerarquía del partido.

De todos modos, la corrupción no es el problema en el que quiero profundizar, salvo como síntoma de otra cosa, que creo que es esencial si queremos entender el por qué de VOX. Tal cuestión es que el PP no toma en serio su propio discurso. El PP no tiene realmente una ideología. Y precisamente eso es lo que le permite sobrevivir como un partido que se define al mismo tiempo como liberal y conservador.

Si el PP tomara su propia ideología en serio, se partiría entre liberales y conservadores. Quizá habríamos tenido a una Esperanza Aguirre liderando un nuevo partido liberal, pero nadie se atrevió nunca a dar ese paso porque la ideología en el PP es una cuestión secundaria. La ideología es algo que haces para ganar votos. ¿Que parece que cierto sector de votantes está cabreado con lo de la doctrina Parot? Pues se saca la Ley del Aborto para darles una chuchería y que sigan fichando en las urnas.

Pero con esto de no tomarse en serio la propia ideología, ha surgido una escisión inesperada. A primera vista VOX no aporta nada en absoluto: se declara en contra del aborto, por la unidad de España (y a favor de la desaparición de los parlamentos autonómicos), afirma que jamás concederá nada a ETA, etcétera. Pero al mismo tiempo se proclaman liberales y siguen el discurso neoliberal que considera que la libertad y hacer negocios sin restricciones son la misma cosa. Sus propios fundadores lo dejan claro, VOX es un partido que "sí defenderá la vida, la familia y la desaparición de las autonomías". Ese "sí" lo dice todo: es exáctamente lo mismo que el PP, pero en serio.

Y como tienen el mismo discurso que el PP, también tienen las mismas contradicciones que el PP hasta ahora ha conseguido evitar no tomándose en serio su propio discurso. En VOX no hay solución para el problema que supone un discurso que por un lado habla de liberalismo y de lo terrible que es el Estado, y que por otro quiere meter a ese mismo Estado hasta en el útero de las mujeres para impedirles abortar.

A largo plazo, si VOX tiene éxito, no tendrá más remedio que elegir: o se escinde a su vez, esta vez entre liberales y conservadores, o toma la senda del Partido Popular, deja de creerse su propio discurso, y se dedica a otra cosa. Como robar.