jueves, 26 de enero de 2012

Engaños de este sistema: la falsa frontera entre extremistas y moderados







Quiero escribir sobre cierto problema que tenemos pendiente de solucionar si queremos salir adelante: Los conservadores. Y antes de que nadie se rasgue las vestiduras, quiero olvidar las definiciones aprendidas del sistema imperante, porque conservador no es uno “de derechas”. Cuando el significado común de una palabra es engañosa y está manipulada como mecanismo de control del poder, es necesario cuestionar y redefinir esa palabra. Lo que aquí llamo conservadores es distinto a lo que la “democracia estándar” llama conservadores.

Tenemos que empezar por asumir que la mayor parte de la población es conservadora. En España lo son los votantes del PP, al igual que lo son los votantes del PSOE. Unos y otros, y también los de unos cuantos partidos políticos más, quieren ver continuísmo en el sistema confiando en que unos pequeños retoques aquí y allí solucionarán las cosas.

Todo este tinglado ha funcionado de manera estable durante bastante tiempo. Y mientras funcionaba, el poder en el capitalismo decidió clasificar políticamente a sus ciudadanos mediante una división muy fácil y comprensible para todos, para que nadie se equivocara y se metiera en el lugar que no debe:


Los moderados

Por un lado tenemos a los que aceptan el sistema y no tienen ninguna intención de cambiar nada. Estos se llaman a sí mismos “moderados”. Y da igual que sean de derecha o de izquierda. PP o PSOE en España son todos “moderados”, desde la perspectiva del sistema de gobierno imperante.

Lo importante de que ellos sean “moderados” es que todos los demás son “extremistas”, y de hecho este es uno de los detalles en los que es posible ver más fácilmente a través de la propaganda, porque para atacarse unos a otros suelen acusarse mutuamente de extremistas.

Cada vez que los del PSOE o sus medios de comunicación te dicen que los del PP son unos fascistas. Cada vez que los del PP o sus medios de comunicación afirman que en el PSOE son unos rojos revolucionarios. Utilicen los argumentos que utilicen, ambos no son más que dos partidos moderados, continuístas con lo existente y por tanto conservadores, que hacen uso de ese componente esencial de la propaganda del sistema que es la diferenciación entre “extremistas” y “moderados” para intentar ser los únicos verdaderamente moderados, virtud entre virtudes.

Al mismo tiempo crean la ilusión de la diferencia con el enfrentamiento entre “derecha” e “izquierda”, cuando sólo estamos discutiendo entre facciones distintas de una misma ideología, de un mismo partido, de una misma forma de organización social, del trabajo, del estado.


Los extremistas y radicales

Los que no aceptan el sistema tal y quisieran otra cosa. Estos son los que tanto los políticos y medios de comunicación conservadores llaman “extremistas”. Como los conservadores de “derecha” y de “izquierda” son quienes crean y manipulan el lenguaje en sus medios de comunicación (que les pertenecen en un 99%), es muy posible que tú mismo hayas utilizado esta etiqueta de manera muy genérica para referirte a todos los que no son civilizadamente moderados.

Da igual que el “extremista” sea un decrecionista que pretenda reducir el ritmo de la economía, un primitivista que quiera volver al trueque, un autoritario que quiera un estado centralizado, un libertario de ‘derecha’ o un libertario de ‘izquierda’, alguien que quiera unificar el Estado y la Iglesia, otro que no quiera ni Estado ni Iglesia, etcétera.

Independientemente del contenido de toda ideología que pretenda plantear una forma distinta de organizar la sociedad a la actual, esa ideología es “radical”. Y lo es en cuanto que pretende algo distinto a lo que hay. Cuando una ideología pretende algo diferente a lo que hay, automáticamente se convierte de una ideología extremista.

El mensaje, en definitiva, es que la disensión respecto al status quo mantenido por unos partidos moderados es siempre ideológicamente extremista y por tanto indeseable desde cualquier óptica.


La trampa ideológica

Todo este engaño ideológico ha funcionado muy bien. Hasta ahora. Porque como las cosas en apariencia iban bien en el capitalismo, no parecía haber demasiado motivo para cuestionarlas y mucho menos para cambiarlas. Sobre todo si uno vivía en un país rico, claro. Así que quien lo cuestionara era fácilmente asumido por la población como extremista, sin hacer muchas más preguntas. Como dijo en aquella famosa cita el obispo Hélder Câmara, “Cuando doy comida a un pobre, me llaman Santo, cuando pregunto por qué un pobre no tiene comida, me llaman ‘Comunista’ ”

Pero en fin, resulta que llegó la estafa esta salvaje por parte de banqueros y especuladores, esa cosa que han decidido llamar “crisis” mientras se enriquecen y el 99% nos ahogamos en la mierda.

Siguen manipulando el lenguaje, es obvio: crisis, crisis, crisis, aunque no sea otra cosa que una estafa que a su avaricia se le ha ido de las manos. Con un poco de atención que hayamos prestado últimamente, vemos la obviedad del secuestro de los gobiernos por parte de los mercados y la deuda, la banca nombrando primeros ministros a diestro y siniestro por Grecia e Italia y poniendo al nuevo Ministro de Economía en España, los estados de la UE saqueándose entre ellos con los países que “ayudan” a Grecia obligándole a comprar armas para tenerle bien cogido y endeudado, y hasta una guerra subterránea entre el núcleo duro de la UE y Gran Bretaña.

Y de pronto la cosa ya no está tan clara.

Y aunque los ciudadanos se han dado cuenta en gran medida de que todo esto no es más que una estafa enorme por parte del 1%, de esa gentuza sin escrúpulos que ha montado todo esto para empobrecerlos todavía más, la mayoría continúan con la esperanza de que todo vuelva a estar igual que antes (como si lo de antes no hubiera causado lo de ahora). Siguen pues votando en masa PPSOE y otros partidos “moderados”, para intentar volver a eso, a lo de siempre de antes.

Pero esto es precisamente lo que se nos hace imprescindible ya asumir. La posición conservadora, es decir, “moderada”, ya no va a ningún lado. No podemos confiar en el PSOE ni en el PP, y poco o nada debe haber en todo el espectro político de la partitocracia con suficiente valentía para empezar a pensar otro sistema. Pero debemos encontrar algún camino, porque si volvemos a lo de antes, sólo será para volvernos a hundir.



miércoles, 25 de enero de 2012

La partitocracia y la independencia del poder judicial



La nueva polémica entre las dos viejas y poderosas facciones del mismo poder partitocrático -PP y PSOE- gira en torno a la decisión del gobierno de hacer "independiente" al Consejo General del Poder Judicial, elegido hasta ahora por los partidos políticos.

Tras estos últimos años ha resultado muy obvio que hay en el poder judicial no una "politización" sino una dependencia directa de la partitocracia, dos cosas que no deben confundirse. Este es el verdadero problema, y es justo hacia donde ninguno de los dos grandes partidos quiere señalar. Hoy en día cualquier español que no haya vivido bajo tierra en los últimos años sabe eso de que en el CGPJ hay jueces del PP y del PSOE, así como sucede algo parecido en el Tribunal Constitucional, o en las juntas electorales.


(viñeta de Vergara)


La solución no es la que plantea el PP. No se trata de que un poder judicial endogámico y alejado de la realidad social sea quien elige al CGPJ. Esto no va a hacer desaparecer la politización, es un espejismo ideológico: Los jueces seguirán teniendo su ideología y sus ideas sobre cómo ha de aplicarse y/o interpretarse la ley. Esconder la dimensión política del poder judicial no va a construir más que una pantalla ilusoria de independencia.

La solución tampoco es la que plantea el PSOE. La elección de los cargos judiciales que pasa a través del poder legislativo no hace más que poner a los jueces en manos de la partitocracia. En teoría hablamos de la separación de los tres poderes, legislativo, ejecutivo y judicial, pero en España es el poder legislativo en manos de los partidos quien elige al presidente y a los cargos judiciales, rompiendo la supuesta independencia de poderes y alejando la democracia del pueblo.

¿Y si en lugar de todo esto, fueran los ciudadanos quienes votaran los mecanismos de gobierno del poder judicial, así como cargos como el fiscal general del estado o el defensor del pueblo, con candidaturas ajenas al sistema estándar de partidos políticos y con leyes estrictas que asegurasen la separación de tales poderes, incompatibilizando la labor del juez con cualquier dimensión política de partido?

Pero tal cosa significaría dar más poder a los ciudadanos y arrebatarlo a las organizaciones monolíticas que aglutinan todo el poder en España, que son los partidos políticos; así que raro será que veamos este tipo de medidas tan siquiera planteadas en un medio de comunicación de masas, ya sea uno adscrito al PP, o ya sea uno adscrito al PSOE.