lunes, 12 de septiembre de 2011

¿Está obsoleto el trabajo?

Traducido de CNN.com,

http://edition.cnn.com/2011/OPINION/09/07/rushkoff.jobs.obsolete/index.html

¿Está obsoleto el trabajo?

Douglas Rushkoff es teórico de medios y autor de "Program or Be Programmed: Ten Commands for a Digital Age" y "Life Inc: How Corporatism Conquered the World and How We Can Take it Back."


(CNN) – El Servicio Postal de los Estados Unidos parece ser la víctima más reciente en la lenta pero firme sustitución de humanos trabajadores por tecnología digital. A no ser que se encuentre una fuente de financiación externa, correos tendrá que reducir drásticamente sus operaciones, o simplemente cerrar por completo. Eso supone 600.000 personas en el paro, y otros 480.000 jubilados enfrentándose a un ajuste.


Podemos culpar a la derecha por intentar socavar las condiciones de trabajo, o a la izquierda por intentar conservar los sindicatos ante los recortes gubernamentales y corporativos. Pero el verdadero culpable -al menos en este caso- es el email. La gente envía un 22% menos correo de lo que hacía hace cuatro años, eligiendo pagar mediante factura electrónica y prefiriendo otros medios de comunicación en Internet antes que sobres y sellos.


Las nuevas tecnologías están sembrando el caos en las cifras de empleo, desde las tarjetas para pagar automáticamente en los peajes que acaban con los empleos de personas a quienes pagabas allí a mano, a los automóviles auto-conducidos de Google que podrían dejar obsoletos a los taxistas. Cada nuevo programa de ordenador está haciendo básicamente alguna tarea que antes solía hacer una persona. Y el ordenador habitualmente lo hace más rápido, de manera más exacta, por menos dinero, y sin gastos de seguridad social.


Nos gusta creer que la respuesta apropiada es entrenar a los humanos para que realicen un trabajo más especializado. En lugar de recoger los pagos del peaje, el trabajador entrenado arregla y programa los robots que recogen los peajes. Pero eso nunca funciona así, porque los robots sustituyen a mucha más gente de la que se necesita para programarlos.


Así que el presidente aparece en televisión y nos dice que la gran cuestión de nuestro tiempo es el empleo, empleo, empleo, como si la razón para construir trenes de alta velocidad y arreglar puentes fuera poner a gente a trabajar. Me parece que hay algo retrógrado en esa lógica. Me pregunto si estamos dispuestos a aceptar una cuestión que necesita ser planteada.


E incluso me da miedo preguntar esto, pero, ¿desde cuando es el desempleo realmente un problema?. Entiendo que todos queramos nuestra nómina. Queremos comida, abrigo, ropa, y todas las cosas que el dinero nos compra. Pero, ¿realmente queremos trabajos?


Vivimos en una economía en la cual el objetivo ya no es la productividad, sino el empleo. Esto se debe a que en esencia tenemos practicamente todo lo que necesitamos. América es lo bastante productiva como para dar abrigo, alimento, educación e incluso sanidad para toda su población, y para eso bastaría con que trabajara una fracción de los que ahora trabajamos.


Según la FAO, hay suficiente comida como para darle a todos y cada uno de los habitantes del mundo 2,720 calorías al día. Y eso incluso a pesar de que América tire a la basura miles de toneladas de leche y cosechas tan sólo para mantener altos los precios. Mientras tanto, los bancos americanos sobrecargados de casas cuyos dueños no pudieron pagar la hipoteca, están demoliendo las casas vacías para sacarlas de sus libros de cuentas.


Nuestro problema no es que no tengamos suficientes cosas, es que no tenemos suficientes maneras para que la gente trabaje y demuestre que se merece estas cosas.


El empleo como tal es un concepto relativamente nuevo. Una cosa es que la gente haya trabajado siempre, pero hasta la llegada de la corporación en el Renacimiento temprano, la mayor parte de la gente trabajaba para sí misma. Hacían zapatos, desplumaban pollos, o generaban cosas de algún modo valiosas para otra gente, quienes entonces lo comerciaban o pagaban por esos bienes y servicios. En la Edad Media tardía, la mayor parte de Europa prosperaba bajo este sistema.


Los únicos que estaban perdiendo riqueza eran los aristócratas, que dependían de sus títulos para sacarle dinero a los que trabajaban. Así que inventaron los monopolios colegiados. Por ley, en la mayor parte de las grandes industrias los pequeños negocios fueron cerrados y en su lugar la gente tuvo que trabajar para corporaciones aprobadas oficialmente. Desde entonces, para la mayor parte de nosotros, trabajar pasó a significar “conseguir trabajo”.


La Era Industrial en gran medida consistió en hacer que esos trabajos fueran lo menos importantes y especializados que fuera posible. El objetivo de tecnologías como la línea de producción no era tanto hacer la producción más rápida como hacerla más barata, y a los trabajadores más sustituíbles. Ahora que estamos en la era digital, estamos utilizando la tecnología de la misma manera: Para aumentar la eficiencia, despedir a más gente, e incrementar los beneficios de las corporaciones.


Mientras que esto es ciertamente malo para los trabajadores y los sindicatos, me tengo que preguntar si es malo para la gente. ¿No era esto para lo que siempre quisimos de la tecnología? La pregunta que tenemos que empezar a hacernos no es cómo darle un empleo a toda la gente que la tecnología acaba dejando obsoleta, sino, ¿cómo organizamos una sociedad alrededor de algo que no sea el empleo?. ¿Podría cambiarse el espíritu de la iniciativa privada de modo que se deslizara hacia algo más cooperativo, con más propósito, incluso con más sentido?


Pero en lugar de eso, estamos intentando aplicar la lógica de la escasez en la plaza del mercado para negociar cosas que resulta que tenemos en abundancia. Lo que nos hace falta no es empleo, sino un modo de distribuir justamente el botín que hemos generado mediante nuestras tecnologías, y una modo de crear sentido en un mundo que ya ha producido demasiadas cosas.


La respuesta comunista a esta cuestión fue simplemente la de distribuirlo todo equitativamente. Pero aquello socavaba la motivación y nunca acabó de funcionar como se anunciaba. Lo contrario, la respuesta liberal (y la manera en la que parece que van las cosas ahora) sería la de sencillamente dejar en su sufrimiento a quienes no pueden sacar provecho del botín. Cortar los servicios sociales junto a sus trabajos, y tener la esperanza de que se desvanezcan en la distancia.


Pero todavía podría haber otra posibilidad, algo que no pudiéramos haber imaginado hasta la era digital. Como pionero de la realidad virtual, Jaron Lanier destacó recientemente que ya no necesitamos hacer cosas para hacer dinero. Podemos intercambiar productos basados en un intercambio de información.


Comencemos aceptando que comida y abrigo son derechos humanos básicos. Aparte de esto el trabajo que hacemos, el valor que creamos, es para el resto de lo que necesitamos: Esas cosas que hacen que la vida sea divertida, que tenga propósito y un sentido.


Este tipo de trabajo sería más una actividad creativa quen un "empleo". Al contrario que el empleo en la Era Industrial, la producción digital puede llevarse a cabo desde casa, de manera independiente, e incluso de un modo peer-to-peer sin tener que pasar a través de las grandes corporaciones. Podemos crear juegos unos para los otros, escribir libros, resolver problemas, educarnos e inspirarnos los unos a los otros, todo a través de bits en lugar de 'cosas'. Y podemos pagarnos los unos a los otros utilizando el mismo dinero que usamos para comprar cosas de verdad.


Quizá entonces, en esta situación en la que estamos luchando contra lo que parece ser una recesión económica global destruyendo comida y demoliendo casas, debamos pararnos a pensar ese concepto del trabajo en cunto que aspecto principal de nuestras vidas que quisiéramos salvar. Y es que el trabajo podría ser un método, pero no es un fin en sí mismo.