domingo, 2 de marzo de 2014

Ucrania y el laberinto de mentiras de los medios de comunicación



(extracto de la portada del diario La Razón, 2 de Marzo de 2014)


La farsa de nuestros medios

En Ucrania parece que los medios de comunicación tienen un enorme interés en aliarnos con uno de los dos bandos, especialmente el de aquellos que han tomado a la fuerza el poder en este país.

Como es habitual, el lenguaje de estos medios de propaganda de occidente llama "rebeldes" a quienes en otros lugares llamaría "golpistas". Un presidente democráticamente elegido pasa a ser un "dictador", y los que en España se llaman "radicales", en Ucrania se llaman "pueblo". En periódicos como ABC o La Razón todo han sido halagos para quienes han obtenido el poder que estaba legítimamente (porque en Ucrania hay elecciones) en manos de otro partido, con una fuerte violencia entre medias. Una violencia también ejercida por el Estado, tampoco obviemos esto.

Independientemente de la legitimidad de una u otra violencia, es interesante ver como los medios de comunicación españoles en líneas generales alaban a los rebeldes que favorecen a los intereses occidentales, cuando antes demonizaban movimientos populares pacíficos en España como el 15M, Gamonal o las iniciativas de Rodea el Congreso, llamando "golpistas" a manifestaciones en las que no se apreciaban atisbos de violencia excepto por parte de los "violentos itinerantes" de la UIP (antidisturbios).

El hecho entonces es que no podemos confiar en nuestros grandes medios de comunicación, ya que en su servicio a los intereses de los gobiernos de España, la UE y EEUU, obviamente se van a situar a favor de un bando muy específico. La manera más sencilla de intentar contrastar mínimamente las informaciones es acudir a las agencias rusas de información, ya sea RT, Pravda o RIA Novosti. Estas son agencias que muchas veces concebimos como propaganda rusa. Y no es que debamos olvidarlo y creer lo que dicen, es que deberíamos dudar de nuestros medios de comunicación con la misma intensidad con la que dudamos de Russia Today.





Jugadores políticos en Ucrania

En este país tenemos una situación bastante estándar en cuanto a la repartición del poder político, con dos grandes partidos especialmente corruptos en una sociedad profundamente corrupta, que en 2012 ocupó el puesto 144 de 176 del "Índice de Percepción de la Corrupción" (cuanto más alto el puesto, más corrupción), empatando con Bangladesh, Camerún, la República Centroafricana y Siria.

Los ucranianos afirman que tienen que sobornar a los empleados públicos para que presten sus servicios, y el último gran estudio internacional al respecto de Management Systems International (MSI) en 2008 revelaba que los niveles más altos de corrupción se encontraban en los mecanismos de inspección de vehículos, en la policía, la sanidad, los juzgados y la educación superior, tocando así gran parte de los servicios públicos que utilizan los ucranianos. En torno al 50% de los ucranianos entrevistados afirmaban haber experimentado casos de corrupción en estos aspectos de lo público.

Esto podría bastarnos para entender el enfado de la gente de a pie, aunque tenemos motivos para mirar mal a ambos grandes partidos ucranianos. La mecánica en la que se ven envueltos es parecida a la española, donde unos destacan los casos de corrupción de los otros e incluso han habido fraudes electorales documentados hasta el punto que en 2004 las elecciones presidenciales fueron suspendidas por la Corte Suprema, ya que el fraude era tan alto que no podía determinarse quién había ganado realmente las elecciones.

A todo esto se une la cuestión étnico-cultural. Parte de Ucrania tiene una mayoría de población rusa y tiende al "Partido de las Regiones" de Viktor Yanukovich, y hay otra parte en la que triunfa "Batkivshchyna", el partido de Yulia Tymoshenko (por otra parte encerrada hasta hace poco por cargos de evasión de impuestos, robo al estado y uso ilegítimo de recursos del Estado, habiendo sido acusada incluso del asesinato de un enemigo en asuntos de negocios).

Por si esta situación no fuera lo bastante problemática, tenemos un tercer partido, Svoboda, fundado en 1991 como "Partido Nacionalsocialista de Ucrania" con ideas antisemitas, así como en contra de los inmigrantes, los rusos y los comunistas. Este partido, ahora con una imagen más moderada pero fundamentalmente racista aun así, obtuvo en las últimas elecciones legislativas un 10% de los votos (y más del 30% en varias regiones ucranianas). Algunas de las propuestas políticas de Svoboda son particularmente significativas, como la pretensión de incluir los orígenes étnicos/raciales en pasaportes y certificados de nacimiento.

Para entender lo que está pasando en Ucrania tenemos también que fijarnos en Pravy Sektor, grupo neofascista a menudo considerado a la derecha de Svoboda, a quienes consideran demasiado conformistas y progresistas. Por otro lado Pravy Sektor tiene una orientación más nacionalista pero menos racista que Svoboda, admitiendo a rusófonos en sus filas. Resulta interesante destacar que tras el derribo del gobierno de Yanukovych, los líderes de Pravy Sektor visitaron la embajada israelí para explicarle al embajador que el grupo rechaza el antisemitismo y la xenofobia. Es decir, tendríamos que entender a Pravy Sektor como un grupo ultranacionalista no-integrado en el juego democrático ucraniano, pero no fundamentalmente racista como sucede con Svoboda.

Esto sin embargo no debería confundirnos respecto a la radicalidad de Pravy Sektor. Su líder Dmitri Yarosh ha pedido ayuda a los chechenos y a su terrorista más buscado (Doku Umarov) para luchar contra Rusia. Su facción es también la responsable de gran parte de la violencia ejercida contra el Estado y sus funcionarios, así como contra la policía.


El objetivo de la Unión Europea aquí es obvio: que esta desestabilización se salde con una victoria del partido neoliberal pro-europeo. Son muchas las acusaciones a la UE de impulsar a los grupos neonazis y del ultraderecha en Ucrania, pero tal cosa es más la torpeza e indiferencia política de una Europa cuyo mejor escenario pasaría por dejar como actores secundarios a los ultranacionalistas y tener a un gobierno neoliberal afín a las puertas de Rusia. Los grupos radicales como Svoboda y Pravy Sektor son más bien nacionalistas ucranianos y difícilmente venderán a su país a la Unión Europea con la facilidad con la que lo harán los neoliberales, lo cual podría suponer un problema añadido para una UE que incluso ganando el conflicto podría acabar por no ganarlo.

Quizá la UE debería haber aprendido de la historia de EEUU en los últimos 50 años que apoyando al enemigo de tu enemigo a veces las cosas no salen como quieres, y hasta se pueden volver imprevisibles y estallarte en la cara.



(en azul regiones donde gana el "Partido de las Regiones", en morado donde gana "Batkivshchyna")



La situación actual

En los días previos a la invasión rusa de Crimea, la situación se ha ido de las manos. El poder ha sido arrebatado a Yanukovich, pero las bandas fascistas siguen campando a sus anchas por las calles y se han registrado enfrentamientos con funcionarios gubernamentales, activistas antifascistas y personas de etnia rusa.

Existe un miedo real entre la población rusófona de ser el objetivo de algún tipo de limpieza étnica por parte de unos partidos de ultraderecha muy crecidos tras el derribo del Estado.

Durante las dos últimas semanas de Febrero, casi 150.000 personas han solicitado, según el gobierno ruso, asilo político. La mayoría ciudadanos rusófonos y funcionarios del Estado con temor a sufrir represalias.

La invasión de Crimea se vio precedida por una petición del propio Parlamento de Crimea a Rusia solicitando ayuda, y decretando que se ponían bajo mando ruso todas las tropas ucranianas presentes en Crimea.

Ante esta peligrosa situación, el partido ruso de centro-izquierda "Una Rusia Justa" (de carácter moderado y tercero en número de escaños en la Duma) proponía otorgar la ciudadanía rusa a todos los ucranianos que lo solicitaran, facilitando con ello la inmigración de los ciudadanos ucranianos de cara a evitar en la medida de lo posible un potencial genocidio por parte de las fuerzas ultranacionalistas y nacionalsocialistas ucranianas.

Sin embargo, el gobierno claramente autoritario de Putin no se anda con chiquitas como esas, y ha ordenado la invasión de Crimea.

Resulta llamativo ver que el sábado mientras la invasión se aprobaba en la Duma, podíamos ver por Internet imágenes de soldados rusos (con la identificación quitada, probablemente para ganar tiempo y que Rusia tenga que reconocer la invasión pero de manera no inmediata) y helicópteros de combate entrando a decenas en Crimea.

Obviamente sería muy inocente pensar que Putin ha ordenado la invasión de Crimea por puro altruismo en defensa de los ciudadanos de origen ruso. Se trata de una zona estratégica disputada durante mucho tiempo, que sufrió una deportación masiva de sus habitantes tártaros tras la Segunda Guerra Mundial y que Kruschev entregó a Ucrania en 1954, en una entrega que desde Rusia se ve como una "formalidad" dado que Crimea seguía formando parte igualmente de la URSS.

Rusia nunca ha aceptado que Crimea sea ucraniana, pero Ucrania tampoco ha aceptado nunca que Crimea sea de Crimea, y en los años 90 tuvieron lugar varias disputas en las que Crimea quiso declararse totalmente autónoma y fue forzada a pertenecer a Ucrania con cierto grado de autonomía, y con la condición de que las leyes de Ucrania estuvieran siempre por encima de las locales.


En fin, que nos encontramos ante una disputa con muchos detalles que es importante conocer, y donde es difícil distinguir "buenos" de "malos", por mucho que a nosotros nuestros medios de propaganda nos insistan en que los buenos son el pueblo ucraniano rebelde (pueblo que mágicamente se transforma en radicales y golpistas antisistema cuando alguna cosa mucho más pacífica sucede en nuestras tierras), y a los rusos sus medios de propaganda les insistan en que los buenos son ellos y el presidente depuesto.

Si con alguien tendría sentido alinearse sería con ese pueblo ucraniano cansado de tanta corrupción que acabará siendo un peón silenciado entre la corrupción y la violencia política de unos y de otros.