Original de "Esto solo lo arreglamos SIN ELLOS" en:
http://www.facebook.com/#!/notes/esto-s%C3%B3lo-lo-arreglamos-sin-ellos/los-indignados-no-existen-causas-y-consecuencias-de-una-mentira/230129823665574

¡Los indignados no me representan!
Queremos plantear la necesidad de abandonar esta estúpida etiqueta de "indignados" y toda su parafernalia. No favorece a nadie sino al entramado de poder económico, político y medios de comunicación. Son estos últimos los que aprovechan la etiqueta de "indignados" e incluso la de "movimiento 15M" para convertir un sentir social en un objeto manipulable ajeno al sujeto que recibe sus mensajes.
No pueden haber representatividades, no pueden haber líderes, y ni siquiera pueden haber consensos. Divided we stand.
Poner nombre al terremoto social que agita nuestra sociedad no es más que un modo de aislarlo, de limitarlo, de poner fronteras a su extensión. "Si los indignados hacen algo que no me gusta yo ya no me considero de ellos". Si esto sucede es porque uno los interpreta como los indignados, como un grupo, una estructura que son los indignados, que son quienes han llevado a cabo esta u otra cosa.
Es absolutamente imposible que las acciones de un grupo cosificado, de un movimiento cuyos límites y componentes están delimitados, agrade a todos. Y carece de sentido cuando ese supuesto grupo se compone de una multiplicidad, de individuos que hacen cada uno aquello que es su voluntad hacer, porque en realidad NO existe ningún grupo. La táctica que esto supone para el poder es que este falso grupo creado mediante los medios de comunicación (algo muy similar a lo realizado con Anonymous) es responsabilizado de las acciones de cada individuo, y alejado del ciudadano de a pie que es en realidad su causante. El objetivo es alienar a este ciudadano respecto a la imagen que crean sobre el grupo haciéndole pensar que se trata un ente dotado de una coherencia y al que uno puede decidir adscribirse o no.
Esto que los medios de comunicación juegan a llamar "indignados", juego en el que lamentablemente muchos estamos cayendo, es en realidad una multiplicidad de individuos que no puede admitir una representación, porque no la hay, porque no puede cosificarse de ese modo el sentir de la ciudadanía. Lo que está sucediendo no se puede contar.
Precisamente un síntoma de esta multiplicidad es que las peticiones que se han consensuado en algunos subgrupos inciden en una profundización democrática: Cambios en la Ley Electoral, mecanismos para que el pueblo pueda decidir más, posibilidad de que iniciativas ciudadanas puedan forzar referéndums. Sin embargo, cuando se han realizado propuestas concretas en lugar de centrarse en la democratización de los espacios de la vida pública (eso sí, con todas sus consecuencias, como por ejemplo la limitación del poder financiero y empresarial), la cosa se ha puesto mucho más difícil y el desacuerdo es más habitual.
Y es importante también, entender que los subgrupos que han realizado estas propuestas no son representativos de nadie. Esto no es malo, aunque sea utilizado como contrapropaganda por los políticos enfrentados a la ciudadanía. Dicen que las urnas hablaron, etcétera, pero es que para esto las urnas no pueden hablar. Por supuesto que nadie eligió a quienes acamparon en Sol, en Barcelona, ni en ningún otro lugar, y así lo gritamos también, ¡Que no, que no, que no nos representan!. Sería totalmente absurdo considerarlos como un mecanismo representativo. Sin embargo, dada la tremenda magnitud del Acontecimiento que ha sacudido tantas plazas y calles, sí es apropiado considerarlos como síntoma, como expresión del tipo de causalidades que están impulsando a los individuos a tomar las calles exigiendo derechos al poder asimétrico que se arroga la exclusiva de concederlos.
El Acontecimiento que rompe las reglas del juego es un punto que queda fuera del cálculo, de la matemática, por mucho que se insista en recontar los cuerpos en forma de votos para deshacer lo que sucedió y sigue sucediendo, aquello que continúa llevando a las calles a un país cuya clase política sigue ensimismada, narcisista, corrupta, vendida a un poder económico mientras olvida que en la propaganda democrática se afirma que el poder debiera emanar del pueblo.
Persecución a los políticos
Para dejar todo esto todavía más claro, consideremos la situación actual en la que los políticos están siendo perseguidos de un modo contextualizable para la prensa dentro de los "indignados", y que es presentado de tal manera por los medios de comunicación. ¡Los indignados persiguen a Gallardón! ¡Los indignados bloquean el Parlament!
Algunos se plantearán ante esta manera de subir la apuesta, "hasta aquí hemos llegado", y se volverán a sus casas al ver que el "movimiento" ya no va adonde quisieran.
Sin embargo, el error aquí sería de nuevo darle una entidad al movimiento, al grupo, como si existiera en sí, como si fuera una "cosa" del mundo real en lugar de una abstracción simbólica de realidades individuales fractales irreducibles a una sencilla palabra como "indignados". Como si reduciendolo a “indignados” de pronto se pudiera discutir y pontificar, teniendo al fin algo a lo que uno puede favorecer, denostar, pertenecer, oponerse.
Y sobre todo, intentando que el ciudadano olvide lo más importanté. Que los indignados no existen, sino que es él, y ella y el otro quienes hacen esta o aquella otra cosa. Que todo eso de los "indignados" no es más que propaganda.
No hay indignados, no hay movimiento, no hay NADA, sólo hay multitud de individuos que cada uno desde una circunstancia vital distinta imposible de agrupar de manera coherente reacciona ante el arrebatar de la democracia por parte de una casta política vendida a la banca y a la gran empresa.
Fabricarlo falsamente como un grupo es una manera de evitar que los ciudadanos reaccionen al asalto a sus derechos, como si tal reacción estuviera condicionada a la pertenencia a X cosa, a los "indignados", al "movimiento", a lo que sea. "Si me opongo a esto que están haciendo los Indignados no reacciono", ¡eso es justo lo que quieren que pienses!
Las declaraciones de los políticos ante los acontecimientos en los que se les persigue o se les impide el acceso a los parlamentos, se parecen mucho entre sí independientemente del partido al que pertenezcan. Exclaman señalando siempre a esa entelequia, a esa falsedad construída por los medios de comunicación, "¿miles en las calles contra millones de electores? ¡totalitarios! ¿es esa la política de los indignados?"
La respuesta es sencilla, y es que no se puede caer en la trampa que subyace a este planteamiento, que es creer en la existencia de un grupo, de un movimiento. No hay indignados, los indignados no existen, al igual que no existe Anonymous por mucho que la policía afirme haber detenido a su cúpula. Lo que está sucediendo en las calles no es la política de un ente concreto, porque la multiplicidad de los indignados no forma entidad alguna.
Lo que está sucediendo en las calles no es la política de los indignados, son las consecuencias de SU política, de la que ejercen contra los individuos aquellos que ejercen el poder en España.
No existe un grupo coherente y unificado de “indignados” con una agenda política que lleve a la gente a las calles, y todos los grupos concretos no son más que coágulos prescindibles: Es la casta política la que mediante su connivencia con los poderes económicos contra el pueblo ha causado que la gente ya no aguante más y salga a las calles contra ellos.
