jueves, 18 de agosto de 2011

Por qué nos equivocamos. El error táctico al actuar en las JMJ

Original formateado y reproducido con permiso de "Esto solo lo arreglamos sin ellos" en:

Grupo de Facebook de "Esto solo lo arreglamos sin ellos":






Por qué nos equivocamos. El error táctico al actuar en las JMJ

El poder financiero, la gran empresa, los grandes partidos políticos, en fin, los dueños y fabricantes de la pesadilla colectiva en la que nos desenvolvemos sus víctimas, están de enhorabuena.


El enfrentamiento entre los partidarios de Benedicto y los laicos ha llenado las calles de viejos esquemas. Y repetir esquemas de los viejos tiempos es regresar a un terreno en el que el poder se siente cómodo. Un escenario de división, de enfrentamiento, donde ellos pueden dibujar una línea en la arena. Un escenario en el que saben lo que sucede, y pueden jugar con unos y con otros, y contra todos.


A este lado de la raya los católicos, al otro los "anti-Papa". A este los jóvenes devotos, al otro los ateos. Y sin tener que hacer unos malabares muy complejos, a este lado las izquierdas y al otro las derechas. Aunque no sea verdad. Pero es que aquí lo importante nunca ha sido la verdad. Lo que a ellos importa es el entramado de símbolos con cuya combinación se construye el espectáculo servido por los medios de comunicación, que es el que enseña cada día a la gente lo que se puede hacer y sobre todo cómo está permitido hacerlo.


Algunos mirarán los periódicos y pensarán que unos les apoyan y otros no. Diario Público destacará el intento de atentado químico de un integrista ultracatólico -de los que tenemos demasiados últimamente- y cómo los participantes de las JMJ intentaron bloquear la marcha laica con la connivencia policial que golpeó contra la marcha legal, mientras titulan "El 15-M: Que los fieles financien la iglesia católica". En El Mundo y otros diarios cercanos al votante del Partido Popular, dirán que los del 15M fueron de algún modo violentos y por tanto, implícitamente, culpables.


Ambos son el enemigo. Ambas perspectivas juegan contra el interés de un verdadero poder popular, y eso es precisamente lo esencial a entender aquí.


En primer lugar, recordemos la histeria del poder ante un movimiento que ha sido incapaz de etiquetar, de catalogar. Y estamos hablando de un terror increíble, paralizador para las estructuras dedicadas al sometimiento del ciudadano. La idea de pedir "más democracia", que ha podido ser tomada por muchos como excesivamente suave, fue sin embargo una de las cuestiones que dejó totalmente fuera de juego a un poder que ha intentado atacarlo sin descanso desde el momento en que surgió. Haciéndose difícil el flanco político, se pasó a insistir calificando las protestas de violentas (aunque se tratara de un movimiento sorprendentemente pacífico), o utilizando nimiedades que aun así pueden funcionar en la mente del ciudadano con prejuicios culturales, como el apelativo de "perroflautas". Todo vale para construir el enfrentamiento entre los ciudadanos que los mantenga ocupados para dejar el poder en sus manos mientras ellos dirigen y por tanto gobiernan a ambos bandos.


Con las JMJ, el poder ha encontrado por fin la división ciudadana que necesitaba. Ahora tiene en sus manos una perfecta colección de ingredientes para construir su propaganda. ¡Si hasta se puede llamar "curas rojos" a los que se oponen, y asunto arreglado!


¿Qué hacer entonces? ¿Callar?


Los gastos de las JMJ son sin duda repugnantes, pero tiene algo de razón la crítica que plantea, ¿por qué criticar tanto las JMJ, y no la celebración de otros eventos?. Y es que quizá este débil motivo oculta las verdaderas razones para la crítica, que son mucho más profundas que un exceso de gastos por parte del Estado. El problema, quizá, es que el mensaje en la calle no ha sido lo bastante radical. Que el Estado no se someta a los poderes eclesiásticos puede ser sin duda una causa loable, pero sigue tratándose de una crítica insuficiente al modo en que los pastores devoran las almas que dicen querer salvar.


Hacia una crítica real han apuntado casi de refilón el centenar de curas madrileños que han protestado por el boato y por la hipócrita alianza de Rouco Varela con los poderes empresariales mientras el cardenal hablaba de que la crisis es de naturaleza "moral". Pero esta crítica sigue siendo muy incompleta, puesto que no entra en lo verdaderamente importante: La cuestión de la propia jerarquía y de la institucionalización del hecho religioso. La comparación que hacía una pancarta hablando de "combate espiritual" entre Benedicto y Stéphane Hessel yerra también, porque aquello del "sentimiento religioso" no se reduce a una cuestión ética.


Una verdadera reprobación de la Iglesia Católica debe necesariamente penetrar y deconstruir el hecho religioso en sí para que este sea re-apropiado por aquellos con sensibilidades o creencias religiosas. Al fin y al cabo si la mayoría de los españoles católicos no son practicantes ni siguen a Roma a pesar de declararse como católicos, ¿por qué no tiene este hecho una expresión en lo real?


Y más aún: Del mismo modo que en nuestros tiempos es el político profesional quien se interpone entre el ciudadano y su participación política, debemos entender que el sacerdote es quien se interpone entre el hombre interesado por determinadas cuestiones vitales y su experiencia de lo divino/sublime. Este es el mismo enfrentamiento que lleva dándose durante toda nuestra historia entre la mística y la religión institucionalizada que siempre la cercena.


Para entender esta carencia en el discurso 'rebelde', y cómo la cuestión religiosa ha sido precisamente un punto débil explotable para golpear a eso que los medios de comunicación han bautizado como"movimiento 15M" con la ayuda de demasiados "indignados" sin duda de buenas intenciones, sólo tenemos que remontarnos a la Acampada de Sol y al esperpéntico espectáculo que se dio con la "Comisión de Espiritualidad". Aquel momento en que de pronto en el campamento surgieron toda una serie de actividades, desde meditaciones en grupo a cuencos tibetanos, que suscitaron tal pitorreo que en la página oficial se llegó a borrar la lista de actividades, e incluso se eliminaron algunos mensajes críticos, convirtiéndolo así en un desatino aún mayor.


Parecía que en esta nueva ciudad que se estaba construyendo con tanta ilusión había un Templo, ¿y eso por qué?. ¿No había problema en que existiera un templo siempre que fuera de un tipo "alternativo"?. ¿No es acaso un contrasentido defender la separación entre Iglesia y Estado para luego montar un Templo Alternativo en cuanto surge la primera oportunidad?


Todo esto se debió sin duda a la influencia de colectivos provenientes de la "nueva era" que, tradicionalmente apolíticos, se unieron en muchos lugares como en Sol. Pero la polémica desatada a raíz de la "Comisión de Espiritualidad" también fue síntoma de una absoluta incapacidad colectiva para gestionar la cuestión religiosa; por aquel entonces una tonta anécdota, pero hoy un poderoso mecanismo en manos de la autoridad para volver a poner cada cosa en su sitio mediante la división mediatizada del ciudadano, consiguiendo al fin que se enfrente y divida al encontrar sibilinamente el punto débil a través del cual hacerle clasificarse, ordenarse y contarse a sí mismo.


Y quizá es que esa "Nueva Era" infestada de gurús y terapeutas que organizan sus negocios con cuatro "verdades" aprendidas de lo filosófico, lo psicológico o lo religioso/espiritual, es un arma mellada si uno pretende enfrentarse a las viejas instituciones religiosas. Tanto es así que cuando emergió el Templo de Sol hubo que esconderlo, porque a la gente le daba un poquito de vergüenza. Pero la incómoda verdad a la que apuntaba sigue ahí, y hoy se nos desvela en toda su magnitud: La incapacidad de articular una respuesta contundente en su propio terreno a las instituciones que secuestran al hombre en dimensiones como las que se han dado en llamar "religiosa" o "espiritual".


Si quería participar de algún modo como oposición a las JMJ esa entelequia que algunos denominan 15M, la manera apropiada hubiera sido atreverse a tomar las riendas del rebaño católico y conducirlo hacia la libertad. Hacia una forma de vivir el hecho religioso entendiendo que los principales obstáculos para su pleno desarrollo residen en la institución de la que participan, y de su dogma moral, sus normas, los usos permitidos de su espiritualidad. Si hubiera de encontrarse la religión entre nuestras cuestiones, debería de ser para desvelar en qué modo sus instituciones son parte de un complejo entramado que rapta al hombre y lo introduce en una realidad ajena, como parte indisoluble del modo en que tal secuestro sucede en la dimensión política o en la cultural.


En las carencias de la respuesta ciudadana, la vulnerabilidad que ahora festejará el poder.


1 comentario:

  1. Las personas que no tienen necesidad de ninguna "espiritualidad" para llevar un vida plena, han llegado a esa conclusión mediante un bagaje cultural y un sentido crítico bastante elaborado. No veo la forma de "tomar las riendas del rebaño católico y conducirlo hacia la libertad". Aparte de que es un camino particular y mucha gente no tiene capacidad o están excesivamente "intoxicados" para poder plantearselo siquiera.

    ResponderEliminar